SALARIO MINIMO

Este proyecto que comenzó en 2014 explora el  terror que se sufre en el entorno laboral actual, especialmente del trabajador mal remunerado, porque a ellos  no les está permitido ser ni tampoco estar, solo servir y callar. Cuando caes en estas empresas "modernas" el ambiente es tan asfixiante y opresivo que hace peligrar cualquier estabilidad emocional , salud mental y física. El trabajador  aguanta por la necesidad de comer y la empresa lo explota.

Hay una gran diferencia dentro de este ámbito entre hombres y mujeres y entre trabajos mejor o peor remunerados. Me he centrado en este último porque en los trabajos donde se cobra el salario mínimo  (no el legal sino el mínimo que aceptamos cobrar según el nivel de pobreza que tengamos, ese que llamamos sueldo indigno) al trabajador no se le trata como persona, muchas veces no se le permiten cosas básicas que a otros trabajadores de otros sectores o mejor remunerados sí (que ya entran en categoría de "persona"): atender una llamada personal, ir al servicio tantas veces como necesites, hablar o reír un momento con tu compañero, organizarte mínimamente, y muchos etcéteras.  Solo me he centrado en reflejar ese recogimiento emocional que empieza a estrujarte por dentro desde el primer día hasta ese momento que no puedes más.


Para expresarlo he trabajado estos últimos años recopilando frases y vivencias de personas de mi entorno y de los medios; realizado más de 500 dibujos y pinturas y fotografiado vasos de café consumidos en los momentos de respiro del trabajo que yo misma comparto, como símbolo de lo que queda del falso descanso lleno de posos de lo que es el día, la jornada, que nos ha dejado huellas… puede verse en los restos que quedan. 


En los dibujos la línea intenta expandirse dentro de un recuadro del que no puede salir, sobre un papel muy fino y vulnerable, como el propio trabajador al que representa, donde unas espirales se expanden intentado salir de la norma (del recuadro a lápiz), otras abandonan rápido, otras se envuelven sobre sí mismas y dan vueltas y vueltas intentando aguantar lo máximo sin salirse, pero todas finalmente abandonan en un punto, consiguen salir en un momento dado, EXCEPTO una sola espiral de todas ellas titulada “Estás despedido” , porque es la única que salió del cuadrado, la única que se ha atrevido a pasar la línea de lápiz, la frontera. La propia acción de hacer esos trazos es también frustrante, desesperante,,, 



"SALARIO Y EXPLOTACIÓN CAPITALISTA

Bien adentrados en el siglo XXI, de tanto en tanto surgen teorías, que los mass media ayudan a difundir, que tratan de hacer creer que lo que opera en nuestras sociedades es un modelo económico que en poco o en nada tiene que ver con el viejo modo de producción capitalista. Sin embargo, a poco que echemos una mirada con más detenimiento, tendremos que concluir que lo que sigue rigiendo las vidas de millones de seres a nivel planetario no es otra cosa que el capitalismo. Aunque de manera  muy interesada se utilicen palabras, economía de mercado, economía globalizada y otras, que tratan de hacer creer que el viejo sistema que analizara Marx ya no tiene lugar. Y todo ello tiene una clara intención. Primero, hacer creer que vivimos en una economía más justa y democrática y segundo, que los conceptos de explotación y plusvalía pertenecen a un pasado ya pretérito.
Vamos a tratar de analizar cómo en el modo de producción capitalista de nuestro siglo  se hace necesaria la ficción para tratar de eludir lo que ya Marx determinará en sus líneas fundamentales de la crítica de la economía política (Grundrisse), esto es que: “ Tan pronto como el trabajo en forma inmediata ha dejado de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja y tiene que dejar de ser su medida y, en consecuencia, el valor de cambio tiene que dejar de ser la medida del valor de uso. Con ello se derrumba la producción basada sobre el valor de cambio, y el proceso de producción material inmediato pierde la forma de la miseria y del antagonismo. Aquí entra entonces el desarrollo de los individuos, y por lo tanto, la reducción del tiempo de trabajo necesario no para crear plustrabajo, sino la reducción en general del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo. El capital es la contradicción en movimiento, porque tiende a reducir el tiempo de trabajo a un mínimo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como la única medida y fuente de la riqueza. El capital reduce, en consecuencia, el tiempo de trabajo en la forma de trabajo necesario, para aumentarlo en la forma de trabajo suplementario; pone, por lo tanto, el trabajo superfluo en medida creciente como condición – question de vie et de mort – del trabajo necesario…” Es decir que, en las condiciones actuales de desarrollo del modo de producción capitalista, el tiempo necesario para producir cualquier tipo de mercancía, ya sea material o inmaterial, ha llegado a ser tan mínimo que se hace necesaria la ficción de que la sociedad siga creyendo que una jornada laboral X es condición necesaria para producir.
El texto de Marx antes aludido es, nada más y nada menos, que de 1857-1858, antes de escribir su más famoso texto: El Capital. Sin embargo, lo que el sabio alemán descubre, analizando la irrupción de la maquinaria en la fase que en ese momento llevaba a cabo el capital, esto es, la denominada Gran Industria, es que la reducción del tiempo de trabajo para producir cualquier mercancía, gracias al desarrollo de la ciencia y de la maquinaria, es tal que el tiempo libre devenido para los individuos es cada vez mayor. No obstante, la ficción de la que estamos hablando se hace necesaria para hacer como si esto no estuviera teniendo efecto.
Es fácil, pues, imaginar que, más de 150 años después, con todas las revoluciones tecnológicas que se han producido, el tiempo de trabajo necesario se ha ido reduciendo más y más y más. Pero lo que contemplamos en nuestras sociedades capitalistas avanzadas es algo absolutamente delirante. La jornada laboral se sigue aumentando, como si la obtención de plusvalía, de beneficio capitalista, descansara sobre este aumento de la jornada laboral. De nuevo, la ficción juega un papel central.
En los años sesenta del siglo pasado, el filósofo francés Michel Foucault había avanzado algunas hipótesis sobre la disciplinarización de las sociedades. Seguramente se hacía bastante difícil, para la época, y para la fase de desarrollo capitalista en Europa, entender las categorías que trataba de poner en pie el pensador francés. Pero, al día de hoy, esas categorías cobran plena actualidad. El hecho de que en muchos sectores de la sociedad, de producción inmediata de mercancías materiales, o de mercancías inmateriales, como servicios u otras, se utilice la prolongación de la jornada laboral como elemento definitorio de ese sector productivo, no tiene nada que ver con la producción de esa mercancía o ese servicio. Ya hemos explicado antes lo del tiempo necesario… Lo que hay detrás de esa prolongación de la jornada laboral no es un tiempo necesario para producir cualquier cosa. Lo que se esconde es algo esencial para el control y la sumisión de los individuos, y por lo tanto de la sociedad en su conjunto. Lo que tiene lugar es la disciplina de los cuerpos. Sectores inmensos de trabajadores vegetan en sus centros de trabajo sometiéndose a una disciplina que invade no sólo el intelecto, sino también la parte fisiológica del individuo. Se construye, así, una sociedad donde todo el tiempo, no sólo el de trabajo, es tiempo de reproducción del capital. Los individuos experimentan el desasosiego de la imposibilidad de escapar al control que ejerce el poder capitalista.
Por último, algunas consideraciones sobre ese concepto que esconde tantas mistificaciones, el salario. Dice Marx en El Libro I del Capital: “Como el valor del trabajo no es más que una expresión irracional para designar el valor de la fuerza de trabajo, de suyo se obtiene el resultado de que el valor del trabajo siempre tiene que ser necesariamente menor que el producto del valor, puesto el que el capitalista siempre hace funcionar a la fuerza de trabajo durante más tiempo que el necesario para que se reproduzca el valor de la misma. Se comprende, por consiguiente, la importancia decisiva de la transformación del valor y precio de la fuerza de trabajo en la forma del salario, o sea en el valor y precio del trabajo mismo. Sobre esta forma de manifestación, que vuelve invisible la relación  efectiva y precisamente muestra lo opuesto de dicha relación, se fundan todas las nociones jurídicas tanto del obrero como del capitalista, todas las mistificaciones del modo capitalista de producción, todas sus ilusiones de libertad, todas las pamplinas apologéticas de la economía vulgar…”
Siendo clara la mistificación que siempre acompaña al salario, en nuestras sociedades actuales se ha producido algo que comporta elementos extraños que, tal vez, nos puedan hacer pensar que volvemos hacia atrás. Sin embargo, hay que ser muy rigurosos en el análisis de dichos efectos.
Las últimas crisis capitalistas recientes, tildadas con suma ligereza de crisis financieras, o provocadas por el capital financiero internacional, no deben confundirnos. La maquinaria capitalista es una bestia insaciable que succiona y devora recursos a todos los niveles. Cuando ya no es posible sólo con la extracción de plusvalía de toda la cadena productiva, se succionan recursos de sectores vitales de la sociedad, así la Sanidad, la Educación y la Cultura, por indicar sólo algunos, se ven saqueados para seguir enriqueciendo y seguir reproduciendo la sociedad capitalista. En ese sentido, el salario tiene que seguir una línea que roza los bordes de lo que puede ser considerado capitalista. Se rebajan los salarios a niveles mínimos que impiden el desenvolvimiento y la reproducción de las condiciones humanas a amplios sectores sociales. Pero ello comporta un riesgo enorme para el propio sistema capitalista. Si todo lo que se produce no puede ser consumido en gran medida, entonces se provocan los stops de producción y se produce la crisis."


Texto: Jesús Marchante Collado